En Perú somos dulceros por excelencia, eso nadie lo niega. Nuestro paladar ha abrazado el dulzor de muchas formas: desde nuestros postres con alto nivel de dulzor hasta ciertos platos de nuestra gastronomía. Claramente, los vinos no son la excepción.

Sabemos que en el país los vinos dulces son los más amados del mercado, solo debemos visitar la tienda de nuestro barrio para darnos cuenta. Pero, ¿qué pasa con aquellas personas que no toleran tanto dulzor en boca? 

Muchas personas encuentran mucho placer en acompañar vinos dulces con postres, haciendo un famoso maridaje por acompañamiento, donde se busca una armonía entre el dulzor del vino y del postre. Pero, ¿y si se usan vinos secos? ¿vinos que no tengan dulzor?

Particularmente, me he dejado cautivar en más de una ocasión por un pie de limón con un vino blanco, o un cheesecake de fresa con un vino rosado (ambos secos, vale aclarar). Hay más factores, aparte del dulzor de boca, de los cuales uno puede apoyarse para lograr un correcto maridaje. Uno de ellos es la carga aromática. Al buscar aromas similares se genera también una armonía impresionante también

 

Piénsalo un poquito: ¿acaso no tiene sentido acompañar un postre que tenga fresas con un vino que tenga notas a frutas rojas? ¿o un cheesecake de maracuyá con una bebida que tenga aromas cítricos? Supongo que será cuestión de que lo intentes si deseas saber un poco más al respecto.

Y no, no estoy descubriendo la pólvora. Probablemente muchas personas ya lo hagan, ¡y qué bueno! Pero, si tú aún no lo has intentado, ya sabes qué hacer la próxima vez que te des ese gustito dulce que tanto te gusta.